domingo, enero 27, 2008

Mentes Peligrosas

Publicado por V. en 2:07 p. m.
Si no he publicado nada últimamente es simplemente porque no he escrito. Pasé cinco días atrapada viendo "Supernatural", una serie que mi hermana arrendó. Para los que no la conocen, se trata sobre dos hermanos que -siguiendo los pasos de su padre- se dedican a cazar demonios y espíritus, y todo lo que entre en la categoría de lo sobrenatural. Sinceramente, no es algo que yo habría escogido ver, pero dado que estoy de vacaciones, no me molestó tener que verla.

Yo me considero una persona bastante escéptica para estas cosas ya que, para mí, los demonios no son más que la representación del mal creada por nuestra mente. En otras palabras, si alguien me amenazara con el diablo, para mí sería lo mismo que me deseara un mal sueño ó un dolor de cabeza. Pero en esta serie, el mal se encarna en figuras de aspecto siniestro que generalmente tienen el único fin de causar daño a la especie humana. En el fondo, no es nada muy terrible. El problema fue que, episodio tras episodio, comencé a compenetrarme con el mundo de "Supernatural" hasta el punto en que me sentí cazadora (muy "Buffy", lo sé) y pensaba que en cualquier momento una "presencia" vendría a atacarme. Nada para preocuparse dado que mi fabuloso don de la imaginación me ayuda a integrarme con facilidad en los mundos de los libros y las películas. Pero llegó un punto en el que comencé a tener miedo, de verdad.

Fue así que una noche me fui a dormir, y durante la madrugada desperté exaltada. En mi sueño, algo me perseguía, y a pesar de todas las dagas voladoras que le lanzaba, no era capaz de detenerlo. Luego, tras abrir mis ojos en medio de la oscuridad, habría jurado ver una sombra maligna que se ocultaba al otro lado de la ventana. Mantuve mis ojos bien abiertos tratando de discernir qué era lo que creaba esa sombre tan curiosa. "Son las ramas del hibisco", me dije no muy convencida. Traté de obligarme a recapacitar, yo sé que todo el miedo que sentía en el momento era resultado de una alucinación creada por la serie. "No seas tonta", me sugerí, "no hay nada ni nadie que quiera atacarte, es sólo tu mente peligrosa". Maldecí el gran poder de imaginación que siempre he tenido...yo, que siempre me imagino a los personajes de las historias, con voz y todo, con un andar particular, con cierto estilo de vestir, la música y el setting. ¡Qué estupidez más grande! ¡Ya po, mente, córtala! ¡Quiero dormir, tengo sueño!

Tras una larga lucha conmigo misma, con mi peligrosa y traviesa mente que me hacía imaginar monstruos asesinos al otro lado de mi ventana, detrás de la puerta, debajo de la cama y dentro de clóset, finalmente logré recobrar el sueño. Sin embargo, al otro día, recordé que la mañana anterior algo extraño me había sucedido: estaba cantando una canción y cuando encendí la radio del auto...estaban cantando la misma canción, justo en la parte que yo iba! ¿Acaso una extraña coincidencia? No, seguramente era un "augurio" de que algo sobrenatural estaba por venir. Me reí de mí misma por pensar tantas tonteras y me olvidé de todo enseguida.

Ese día fue tan común como cualquier otro, salvo por la visita de unos parientes lejanos que venían a vernos desde EE.UU. Fue una tarde bastante amena, y me fui a dormir cansada de jugar con mis recién conocidas "sobrinitas". Pero en medio de la noche volví a despertar, esta vez segura de que las figuras de los cuadros se movían, y que definitivamente había algo malvado al otro lado de mi ventana. "Dios, si me ayudas a dormir tranquila, te juro que mañana voy a misa...lo prometo!". Esa noche no sólo rogué a Dios, sino también a la virgen y a los santos ángeles custodios...necesitaba dormir en paz! Poco después logré serenarme y dormir lo poco y nada que quedaba de noche. Amanecí con ojeras de tres metros de largo. Yo me había convertido en el ánima a la que tanto temía.

Antes de salir, me encontré con mi abuela. "Hoy cumpliría 50 años de matrimonio si tu abuelo todavía viviese". Ante palabras tan emotivas, no pude sino mirarla con cariño y darle un abrazo. Luego me dijo, "sólo me acordé porque hoy amanecí misteriosamente con las tapas en orden inverso: las sábanas arriba, el cubrecama abajo. Supongo que tendré que ir al cementerio, no quiero que me anden penando." Ese día las dos supersticiosas fuimos a pagar nuestras mandas: yo a misa, y ella al mausoleo. No podría explicar el alivio que sentí cuando el sacerdote dijo "Hemos celebrado la misa, pueden ir en paz."

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