jueves, enero 03, 2008

De la danza y las complicaciones femeninas

Publicado por V. en 4:11 p. m.
De la danza y las complicaciones femeninas

No es secreto para nadie que me guste el baile. Y más que el baile, la danza. No sé si hay una diferencia real entre ambos términos, pero para mí el baile es algo más de aficionado, mientras que la danza se impone como una disciplina, un arte. Yo me dedico a la danza. Me gusta ese arte de saber cómo colocar las manos, de cómo cambiar de una posición a otra, que la mirada, que la sonrisa...en el fondo, manejar una destreza.

Aunque debo admitir que también me gusta el baile. Poder disfrutar de un rato en el que tu cuerpo se mueve libremente con la música, sin pensar necesariamente en nada. Lamentablemente, esto se da en muy pocas ocasiones, porque yo no soy así. Yo no puedo bailar sin pensar en cómo se ven mis manos ó en cómo variar los movimientos. Y aunque alguno pudiese pensar que en ello no hay goce, conmigo estaría equivocado. La verdad es que soy un tanto perfeccionista.

En estos momentos, me encuentro preparando mi presentación de fin de año. Es cierto que ya cambiamos de año, pero esto había quedado pendiente ¿Por qué? Por el tema de las complicaciones femeninas. Yo bailo flamenco, y en este género--sobretodo en Chile--la mayoría de sus practicantes son mujeres. Y bien, el punto es que la presentación debía ser a fines de noviembre, pero las otras chicas con quienes bailo decidieron que era demasiado pronto y que había detalles que arreglar. Yo estuve de acuerdo, si se aplazaba un par de semanitas, sólo podía beneficiarnos. Pero luego aparecieron nuevas complicaciones: se acercaba la Navidad, había que decorar las casas, comprar los obsequios, y planear el festín de Noche Buena.

En fin, que no sé cómo la fecha quedó para enero. Aún así siguieron los reclamos: unas que se van de vacaciones, otras que comenzaban a trabajar en horario nuevo, etc. Tal vez la solución habría sido no presentarse, pero entonces ¿de qué habría servido practicar todo un año? Todo nuestro esfuerzo por ensayar todas esas coreografías habrían quedado en nada. No, la presentación tenía que ir...y se haría en enero. Ok, invitemos a todos a ir en enero.

Luego surgieron otros problemas, principalmente relacionados con el vestuario. Lamentablemente, nadie se había preocupado de ese pequeño GRAN detalle. Así que me ofrecí voluntariamente para hacerlo, pero al parecer las cosas no eran tan fáciles como yo pensaba. Me dediqué a dibujar dos ó tres bocetos de cómo pensaba que debían ir los trajes. Pero al mostrarles mi obra de arte, comenzaron las quejas de que los colores, que la forma, que a unas las haría ver muy flacas, que a otras muy gordas. Finalmente, tras muchas discusiones y caras largas, llegamos a un consenso.

Pero la historia no acaba ahí. Porque ahora venía la parte de decidir qué costurera nos haría los vestidos: algunas optaban por la más barata, otras por la más talentosa, otras por una que les era regalona, etc. Terminamos encargando vestidos a dos costureras distintas. Y nuevamente aparecieron reclamos: que por qué tenía que ir a dos lugares distintos a tomarme las medidas, que por qué no le pagábamos cada una independientemente, que debíamos hacer un fondo común y pagar todas juntas.

Ojalá la historia hubiese quedado ahí. Vinieron los ensayos "extra" y quedamos que serían en mi casa. Afortunadamente nadie reclamó por eso, ya que nadie más quería poner su hogar. Pero sí hubo disputas por los horarios. No quiero explicar en detalle lo que sucedió, pero digamos que asumí un papel de dictadora. Es increíble como una dictadura puede restablecer la paz, ya que desde entonces no hubo más disputas.

Desafortunadamente, a alguien se le ocurrió sugerir que debíamos pensar en qué peinado usaríamos todas. Yo tiré la toalla, no pienso pelear por cuál lado irá la partidura ¡que la dictadora sea otra! Luego seguramente vendrá la discusión sobre el maquillaje...total, que si tengo que ir con afro y nariz de payaso, me da igual. Lo que me importa es la danza, porque es mi arte, lo que yo hago y lo que me hace feliz. Porque ya no importan los detalles externos, sino esa sensación endógena en la que me transformo en un haz de movimiento que transmite emociones hacia los demás. Eso es el flamenco, y el flamenco es mi vida.

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