lunes, febrero 16, 2009

Un mundo sin literatura.

Publicado por V. en 1:11 p. m.
Escena casera casual, madre e hija escuchando la radio cual nana mientras lavan la ropa de la casa. El calor soporífero de las cuatro de la tarde invade el cuarto de lavado en esta localidad Santiaguina mientras las protagonistas realizan sus labores hogareñas en silencio. Mas de repente el radiolocutor anuncia la cita del famoso filósofo Sartre quien alguna vez osó mencionar que el mundo bien podría vivir sin la existencia de la literatura.

A los oídos de la madre, cuya concentración está siendo absorbida por su tarea actual, tal aseveración pasó completamente desapercibida, no así a la atención de su hija, quien se declara literata de corazón y Dios quiera algún día de profesión. En consecuencia se desatan en su mente una serie de interrogantes impulsadas por esta cita que pretendía ser un inocente aporte a la cultura, palabras al aire que pasarían al olvido sin chus ni mus en la conciencia colectiva, esa que a palabras sabias tiende hacer oídos sordos.

Pero tan provocativa era la frase para los intereses de esta laboriosa auditora que por más sorda que hubiera sido la habría escuchado como un grito dirigido directamente a lo más profundo de su sensible tímpano: ¿es que acaso la literatura es un arte dispensable?

La pregunta hasta el día de hoy no la deja dormir tranquila. ¿Qué sería de mí sin literatura?, se pregunta. ¿Es que acaso todas las historias que hoy he leído han sido una pérdida de tiempo? ¿se sugiere que todo lo que he invertido en el ejercicio de este arte tan caprichoso es basura? Y en el fondo, si uno se lo pregunta en términos más prácticos ¿para qué sirve la literatura?

No es una pregunta que deba tomarse a la ligera, ni tampoco es una pregunta novedosa ya que más de alguna vez la oí de compañeros que, perezosos, reclamaban por la gran cantidad de páginas que componían las novelas que en la escuela nos daban a leer: "¿De qué me sirve leer esto? ¡Si son puras cosas inventadas! En diez años más ni me voy a acordar de qué se trataba."

Entonces ¿por qué se nos obliga tanto a incorporar la literatura en nuestras vidas? Si partimos del supuesto que la literatura es un bien, ó más bien un arte, dispensable...¿por qué es que miles de libros se imprimen año a año? ¿por el mero placer del entretenimiento? ¿por una necesidad de recreación?

Por mi parte yo aprecio la literatura por el espacio creativo que ella genera, donde no hay nada certero, donde cada lector puede interpretar las palabras del autor en la manera que mejor le plazca. Porque cuando Neruda describe "la noche está estrellada y titilan azules los astros a lo lejos" algunos se imaginarán la escena con Neruda metido en el medio, otros sin él, algunos verán un cielo azul oscuro, otros podrían verlo casi morado y con tonos violeta...¡miles de millones de opciones para cada lector!

Es en este espacio creativo que la literatura nos da alas para, citando a Huidobro, "ser pequeños Dioses" y crear nuestro micro y a veces macrocosmo donde todo es posible, donde hay distintos colores, texturas, olores y sabores, donde distintos espacios se abren, aparecen y desaparecen a gusto del creador. Este espacio creativo donde uno puede encontrar tanto la soledad como la compañía, donde todo es posible y se abren dimensiones hacia lo imposible, donde la lógica y las contradicciones se combinan en el enigmático caos de la creación.

Sin este maravilloso espacio y poder que la literatura nos otorga, el ser humano no podría haber concebido ni documentado tantas obras e historias maravillosas que han cautivados a millones de lectores a través de la historia de la humanidad, desde la invención de la escritura e incluso antes de ella, cuando la literatura se transmitía de forma oral.

Así que Sr. Sartre, le respondo que a mi juicio la literatura es quizás uno de los aspectos más necesarios en la vida del ser humano ya que le permite ser y no ser en un espacio donde no existen límites y donde cada individuo puede crear y transformar la realidad a su capricho, aportando así al fomento y desarrollo de su felicidad, adquiriendo en consecuencia un carácter imprescindible y de primerísima necesidad.


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